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El Antiguo tranvia de Cusco 1910

En los últimos años la ciudad del Cusco ha sido transformada en su traza urbana,  es profundo el interés por la cultura , el desarrollo...

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domingo, 24 de mayo de 2020

Jose Angel Escalante Fuentes

Quiero contar un poco la Historia de los Escalante, ancestros  nuestros , en especial del primo de nuestro Abuelo don Eulogio Escalante Cazorla ; don Jose Angel Escalante Fuentes.
Para contextualizar un poco debo mencionar a  doña Margarita Unda Diaz, esposa de mi Abuelo don Eulogio Escalante Cazorla,  nieta por línea directa de Don Jose Unda quien en 1781 con motivo de la revolución de Tupac Amaru fue participe de la rebelión de este procer de la Independencia
Don Jose Unda era propietario de la hacienda Tiquiña y en estos aciagos días de 1781 don Jose Unda recibió  la visita de Jose Gabriel Condorcanqui, “Tupac Amaru II” , fue así que se vio involucrado , capturado y sometido a Juicio por los españoles , acusado de haber colaborado y escrito diversas misivas, cartas , en otro momento contare toda esta historia ya que existe innúmeros documentos del juicio a Tupac Amaru y de como nuestro Abuelo don Jose Unda Abuelo de don Matias Unda papa de Margarita Unda se vio involucrado en este capitulo muy conocido de nuestra historia; incluso habiendo sufrido despojo de partes de la Hacienda Tiquiña como castigo por su participación en esta gesta Libertaria.
Era pues en esa época don Jose Unda dueño de la hacienda Tiquiña famosa hacienda que producia Queso, Leche y mantequilla de la mejor calidad y que en la época por el Sur abarcaba hasta el sector de Tactabamba y por el norte colindaba con Quispicanchis, Mi Abuela doña margarita Unda Diaz, nos relataba como don Jose Angel Escalante Fuentes hacia frecuentes viajes al Cusco desde su natal Acomayo  y debido a las distancias de la época era necesario 2 o 3 dias para llegar desde Acomayo hasta Cusco es asi que durante el viaje don Jose Angel Escalante se quedaba a pernoctar en la casa hacienda de Tactabamba ,eran pues frecuentes las visitas a Tactabamba debido a los viajes cumpliendo su labor de diputado por Acomayo entre los años  de 1913 a  1939 o en las visitas que hacia a su pueblo natal de Acomayo alla por los años de 1950 hasta los años de 1965 año  en que fallece en la ciudad de Lima  .
Es asi que don Jose Angel  Hizo sus estudios en el Colegio de Ciencias de Cusco ,  prosiguiendo estudios universitarios de ciencias administrativas en la Universidad Nacional San Antonio Abady a raiz de su espititu de escritor, indigenista , poeta y periodista conoce a don Luis E. Valcarcel e inician una muy estrecha amistad ; tornándose inseparables amigos, Valcarcel nos trae a luz pasajes inolvidables de la Vida y obra del Tio Jose Angel, veamos….
El presente texto fue extraido deL LIBRO MEMORIAS del autor Peruano LUIS E VALCARCEL nacido en  Ilo, Moquegua - Perú, el  8 de febrero de 1891 , en este libro hace mención a José Ángel Escalante Fuentes Nacido en la provincia de Acomayo, el 2 de octubre de 1883 quien fuera  hijo de José Nicolás Escalante y María Jesús Fuentes ,nieto de Jose Miguel Escalante Roa y esposa Doña Maria Vicenta Sanchez,  el papa de Jose Angel ,  José Nicolás Escalante fue un político peruano.elegido diputado por la provincia de Acomayo en 1886, luego de la guerra con Chile sería elegido nuevamente diputado por la provincia de Acomayo, Fue elegido diputado por la provincia de Pasco en 1892, y Su mandato se vio interrumpido por la Guerra civil de 1894 y reelecto en 1901.
Jose Angel Escalante siguiendo los pasos de su padre don Jose Nicolas también fue diputado por las provincias de Acomayo, Paruro y Espinar en 1913, 1919​, 1924​ y 1929​ durante el final del Segundo gobierno de José Pardo y todo el Oncenio de Leguía. Posteriormente, volvería a ser elegido diputado en 1939 por la provincia de Acomayo​, 1945 por la provincia de Espinar​ y 1950 por el departamento del Cusco​, y por si fuera poco también , sería Alcalde del Cusco en 1919 y Ministro de Justicia en 1930.
En el cusco fue propietario del Diario El Comercio de Cusco y como escritor, indigenista , poeta y periodista sus artículos los firmaba con el apelativo de Juan Sintucha, fue director de los diarios El Sol, El Porvenir, El Ferrocarril y El Comercio del Cusco. Presidente de la Delegación Peruana al Congreso Indigenista en México en 1940,
Aca comienzo la transcripción de los pasajes de la Obra de Don Luis E Valcarcel………Cerca de mi casa vivía el médico arequipeño César Valcárcel, probablemente pariente mío, padre del poeta Gustavo Valcárcel, quien murió de tifus o tabardillo al igual que su colega Luis Alberto Arguedas, médico joven y muy hábil, que reemplazó al doctor della Chiesa en el Hospital y que junto con José Angel Escalante, su amigo entrañable, participó activamente en política. En 1923 ambos fueron recluidos en la isla de San Lorenzo por sus actividades antileguiístas, pero luego cambiaron de bando pasando a ser activos gobiernistas. En cierta oportunidad, Arguedas ofreció un almuerzo al que invitó a las hijas de Leguía y a tres o cuatro cusqueños, entre ellos a mí. Los hermanos Pagaza fueron también médicos quienes, al igual que Arguedas, tuvieron activa actuación política. José Santos destacaba por su audacia, encabezó innumerables mítines en el Cusco y cierta vez aplicó un soberbio latigazo al prefecto Jorge Alvarez Sáenz. El número de pintores era reducido, en su mayoría aficionados y, como no había exposiciones, sus obras eran conocidas sólo por parientes y amigos cercanos. Algunos, sin embargo, destacaban y se les hacía pedidos para las iglesias, ganándose el respeto. Por último, figuraban los pintores populares, quienes para Navidad y en la feria del Santuranticuy vendían sus modestas obras en el atrio de la Catedral. La vida cultural en el Cusco era muy limitada por aquella época, restringida a las clases sociales elevadas y a algunos círculos pequeños. Las conferencias eran raras, se daban generalmente en la Universidad y casi siempre aprovechando las contadas visitas de intelectuales limeños o extranjeros. 47 Entre los jóvenes comenzaban a destacar algunos literatos y poetas como Víctor Carrillo, Rafael Aguilar y Alberto Delgado, así como periodistas y escritores de distinto género, como el mismo Vega Enríquez, José Angel Escalante, José Castro, Félix y José Gabriel Cosio, Humberto Luna, Víctor Guillén, Eguren Larrea, Uriel García, Carlos Ríos Pagaza, César Antonio Ugarte, Luis Velasco Aragón y otros. Muchos de ellos publicaron sus trabajos en las ediciones extraordinarias que en Fiestas Patrias y en Año Nuevo editaban ,"El Sol" y "El Comercio", las que llegaban a tener hasta 40 páginas. Esos suplementos son fieles exponentes de la actividad cultural cusqueña de la época.
La Universidad San Antonio Abad del Cusco fue fundada por Inocencio XII en 1692, a solicitud del Rey de España, Carlos II. Pero aún antes había existido Universidad en el Cusco, ya que en 1621 se creó la de San Ignacio de Loyola, anexa al Colegio Real de San Bernardo. Sin embargo, como los jesuitas fueron expulsados, en 1767 se cerró y luego desapareció. Desde entonces solamente la Universidad San Antonio Abad siguió impartiendo la enseñanza superior. Si bien desde la colonia podemos hablar de una vida universitaria en el Cusco ésta no fue siempre la misma. En la época virreinal, la Universidad era un centro académico y cultural muy rígido y formal. Los graduados eran muy doctos, pero no conocían los problemas de la región y de sus mismos habitantes. Durante la Independencia y en la vida republicana estas características se mantuvieron hasta el punto que se conservaban prácticas y costumbres coloniales. Ejemplo de esto eran las ceremonias de inauguración del año académico, con asistencia de las máximas autoridades, así como las premiaciones o contentas. Era tal el atraso de la vida universitaria cusqueña que aún en el siglo XX seguían predominando orientaciones completamente pasadas de moda. Ante esos anacronismos insurgió la juventud cusqueña levantando la consigna de la Reforma Universitaria en ese histórico año de 1909. Desde entonces la Universidad cambió, otra sería su actitud frente a la comunidad, frente a la región y frente al Cusco mismo. Todos estos cambios, de enseñanza, de organización universitaria, de métodos de estudio, de prácticas profesionales, fueron el resultado del impulso de reforma iniciado en 1909. Surgieron entonces intelectuales cusqueños que alcanzaron figuración nacional, como César Antonio  Ugarte, Uriel García, José Angel Escalante, entre otros. Así es como una ideología nueva, el indigenismo, caló en la mente de los peruanos que entonces se preocupaban por descubrir la entraña de nuestra nacionalidad, producto de la transformación de la vida universitaria cusqueña. Sin embargo, no todos los cusqueños tenían acceso a esos centros de educación. La gran mayoría de la población, la masa indígena, era analfabeta y tenía sus propios medios y recursos educativos. En sus comunidades mantenían sus tradiciones. Por otro lado, muchas familias enviaban a estudiar a sus hijos a Lima o a Europa. La familia Letona, por ejemplo, mandó a su hijo a Europa y regresó sin profesión alguna, había malgastado el tiempo y no había seguido ninguna carrera, derrochando el dinero de los padres.
En 1905, el propio Presidente José Pardo llegó al Cusco, a los pocos meses de su elección. Fue espléndidamente recibido por un crecido número de personas en la Plaza de Limajpampa, a la entrada de la ciudad, desde donde fue conducido hasta el local de la Prefectura, situado en el centro. A Sicuani el Presidente había llegado en tren, para luego continuar al Cusco en una de las diligencias para doce personas que hacían el servicio de transporte de pasajeros en esa ruta. Era un pesado viaje que duraba dos días. Fue entonces que el propio Presidente de la República pudo darse cuenta de la justeza del reclamo de los cusqueños que deseaban el establecimiento de ese corto tramo férreo que, después de larga espera, uniría al Cusco con la costa. Pardo ofreció satisfacer la demanda. Al poco tiempo el tren llegaba a la ciudad en medio de la expectativa de los cusqueños, muchos de los cuales nunca habían visto uno. El Ministro de Fomento representó al Presidente en la ceremonia de inauguración. Pardo había cumplido su palabra. Conservo un vivo recuerdo de la ceremonia realizada en la Universidad del Cusco, donde el mandatario fue declarado huésped de honor. Hablaron el Rector Eliseo Araujo, los catedráticos Wenceslao Cano y Antonio Lorena y luego, a nombre de los jóvenes, pronunciaron discursos, Isaac Tejeira y un acomayino que hasta hacía poco tiempo había sido alumno de la Universidad. Ese joven, cuya figura todavía me parece estar viendo, se llamaba José Angel Escalante, quien aquella tarde ofreció un discurso brillantísimo en el que realizó una notable descripción geográfica del departamento, resaltando sus problemas más acuciantes. Al concluir, el Presidente lo llamó para felicitarlo. Por entonces yo era alumno en el Colegio Peruano, en los primeros años de media. Cursando el segundo año de media ofrecí una disertación, que puede considerarse como una primera manifestación de mi vocación por la historia. El tema escogido fue el periodismo cusqueño y los datos necesarios los obtuve investigando en la única biblioteca pública que entonces había en el Cusco, la de los jesuitas. Durante la exposición no sentí nerviosismo alguno ya que me había acostumbrado a hablar en público, sobre todo por mi participación en reuniones estudiantiles. En esos años fue mi maestro el doctor Cosme Pacheco, una de las personas que mayor influencia ejerció sobre mí, el primero que nos habló de ideas consideradas como peligrosas, como las de González Prada, por ejemplo.
. Los acontecimientos del 7 de mayo y la huelga universitaria tuvieron una tremenda trascendencia porque se generalizó la protesta contra ciertos grupos que hoy llamaríamos oligárquicos y se inició en el Cusco una nueva etapa. Al conocer los sucesos, el gobierno ordenó la clausura de nuestro centro de estudios, por lo que quedamos recesados durante el año 1909. Los alumnos juramentados permanecimos fieles a la consigna de no dejar ni el Cusco ni la Universidad, en cambio, hubo otros que por no perder el año se trasladaron a Arequipa y Lima. Cerca de 40 universitarios permanecimos en el Cusco, haciendo durante el tiempo del receso una serie de manifestaciones nocturnas de protesta. Para organizar la huelga nos reuníamos generalmente en la Universidad a horas en las que no había clases, así como también en un café del centro, donde jugábamos dados y conversábamos desde las cinco de la tarde hasta pasadas las diez de la noche. Ahí gestamos la 137 huelga universitaria y orgullosamente nos autodenominamos revolucionarios. Luego, cuando vino el receso, nuestra actividad aumentó. Llegué a ser designado Secretario de la Asociación Universitaria que se fundó con motivo de la huelga, además me constituí en miembro del Comité de Huelga. Editamos una revista, cuyo origen se remontaba a cuando empezamos a planear la huelga, de la que fui uno de sus redactores. Se llamó La Sierra y estuvo dirigida por José Angel Escalante y editada en la imprenta de El Sol, diario que nos dio relativo apoyo. Era una hoja de lucha y propaganda en favor de nuestra causa, aunque sin perder su carácter intelectual, manteniéndose cierto criterio científico en la selección de los artículos. Continuamente salíamos a las calles para solicitar a la población apoyo para nuestra causa y reclamando el levantamiento de la clausura. Desacostumbrada a sucesos de ese tipo, la ciudad resultó realmente conmocionada. De otro lado nuestras actividades no se limitaron al Cusco, llegamos a enviar emisarios a Lima y obtuvimos el apoyo de estudiantes amigos y de otras universidades del país. Entre los principales activistas de la huelga recuerdo a Demetrio Corazao, a quien llamábamos "El Viejo" por ser mayor que nosotros. Era un hombre independiente, resuelto, decidido, muy valiente, que llegó a participar con Samanez acampo en revueltas armadas, era un furibundo antileguiísta.
Conforme pasaron los años fui perdiendo mi habilidad con el quechua, todavía lo entiendo pero casi me resulta imposible hablarlo. A partir de mi traslado a Lima me dediqué a la tarea de elaborar un vocabulario quechua, más tarde conseguí que se incorporaran al Museo dos notables especialistas que continuaron dicho trabajo: el padre Lira y J. M. B. Farfán. Ambos se dedicaron a tiempo completo, el primero confeccionando el vocabulario y el otro recogiendo una serie de textos quechuas. Uriel García fue otro gran indigenista de mi generación, batallador incansable, luchó y escribió mucho en defensa del indígena peruano. Compartimos una misma preocupación por la arqueología y la historia, no solamente como estudio erudito sino de profunda raigambre indigenista y parte de la revaloración del indio. en Arequipa Otro indigenista cusqueño fue José Angel Escalante, quien comenzó ―otra de las barricadas ideológicas que, como el Cusco, quería remecer al Perú―al lado de esos tres bravos combatientes que fueron Mariano Lino Urquieta, Francisco Mostajo y Modesto Málaga. Con ellos participóen una campaña anticlerical intensa, causando conmoción en una ciudad tan religiosa como la mistiana. Después de la huelga de 1909, Escalante se volcó al indigenismo, fue el fundador de "La Sierra", el primer órgano de la reforma universitaria. Años después, en 1914, publicó el diario "El Ferrocarril", tomando como nombre el clamor del pueblo cusqueño que quería la extensión de la vía férrea que en 1908 había llegado al Cusco. En esa ocasión hubo una tremenda polémica entre el grupo de Telémaco Orihuela y Teófilo Luna, y el de Benjamín La Torre. Fue este último quien financió el periódico dirigido por Escalante. Posteriormente adquirió el diario "El Comercio", decano de la prensa cusqueña, allí trabajamos juntos y en varias ocasiones lo reemplacé en la dirección, ya que en su calidad de representante parlamentario sólo estaba esporádicamente 146 en el Cusco. Desde ahí luchamos por nuestros ideales indigenistas, tanto en sus editoriales, como en sus artículos firmados con el seudónimo Juan Situcha. Escalante realizó' una enérgica defensa del indio. En Lima ejerció un liderazgo indigenista importante, tanto en las Cámaras como fuera de ellas. Recuerdo que por el año 1927 publicó su famoso artículo "Nosotros los indios", que fue como un desafío a los limeños. Escalante no tenía en absoluto rasgos indios, pero sí raíces indias por la vía materna. Se enorgullecía de descender de Tomasa Contimayta, cacica de Acos que figuró en la revolución de Túpac Amaru, por eso también usó Condemayta como seudónimo. Había nacido en la capital, de madre limeña y padre cusqueño, luego viajó a Arequipa para realizar sus estudios. Cuando supo que descendía de la cacica Contimayta su indigenismo se acentuó. Escalante no solamente sobresalió por sus campañas indigenistas sino porque fue un notable representante de su literatura. Escribió hermosos cuentos sobre la vida indígena, que desgraciadamente no han sido recogidos y permanecen olvidados. En Lima lo absorbió la política y, de antileguiísta, pasó en 1923 a ser firme partidario de Leguía. Tenía todas las condiciones para ser literato, pero sus ocupaciones como parlamentario y también como Ministro de Instrucción, Justicia y Culto durante el 'oncenio' hicieron que fuera despreocupándose de esta actividad. Habría que mencionar también a Sixto Coello entre los indigenistas de mi generación. Publicó artículos en la Revista Universitaria y algunos folletos. Ejerció su profesión de abogado en el Cusco y durante el gobierno de Samanez Ocampo llegó a ser parlamentario. Como abogado y escritor desarrolló su prédica indigenista. Quedaría incompleto nuestro recuento si no mencionamos a los hermanos Ponce de León, Francisco y Federico, hijos de un señor aficionado a la música y la poesía, quien trabajó mucho en enriquecer el famoso drama Ollantay, obra para la cual creó ciertos arreglos musicales y escénicos.
En mi juventud me atrajeron los juegos de azar. Cada noche me convertía en un verdadero "clubman", se me atribuía mucha suerte y, en efecto, llegué a ganar en muchos casos, inclusive cuando me hacían lo que se llamaba "corralito". Es decir, tres jugadores que se concertaban para jugar contra un cuarto de una manera determinada. Recuerdo una noche que la pasamos íntegra en uno de los salones del Club Cusco, en la que fracasaron todas las artimañas de mis tres ocasionales rivales. Ese hecho ―que fue muy sonado― me dio fama de jugador invencible. Con Uriel García, que entró a la Universidad dos años antes que yo, y que por entonces era mi íntimo amigo, solíamos reunirnos a partir de las 6 de la tarde en el "Maxim", junto con Eduardo Guevara. Los tres éramos inseparables. En aquel café sosteníamos largas conversaciones comenzadas al atardecer y que se prolongaban hasta bien en189 trada la noche. También participábamos de las llamadas "encerronas", que generalmente se realizaban en casa de un amigo nuestro en Choquechaca. Las "encerronas" duraban tres días ―sábado, domingo y lunes― y se producían cada cierto tiempo. Con un grupo de cerca de 30 personas al que se le conocía como "la cuerda de los machos", entre quienes recuerdo a José Angel Escalante, solíamos reunirnos una vez por semana. Comenzábamos con un almuerzo y nos pasábamos días enteros tomando, comiendo y divirtiéndonos, en fin, una verdadera juerga. En cada oportunidad dos de los miembros del grupo eran los encargados de organizar el festín e invitar al resto. ¡Eran tremendos los cusqueños! Durante tres años encabecé otro grupo de amigos, me refiero a "Los Cabos", agrupación musical que dedicaba buena parte de sus noches a dar serenatas a las muchachas más bonitas del Cusco. Sus miembros eran diestros en el manejo de los diversos instrumentos musicales; uno de ellos era Uriel García. A pesar de tanta vida disipada, cumplía mis obligaciones con toda rectitud, después de una noche de juerga me presentaba a las ocho de la mañana al colegio. Mis demás ocupaciones, como el ejercicio de la abogacía y los estudios, tampoco sufrieron mayor mella durante ese alegre capítulo de mi juventud. Esta vida de diversión se contrajo un poco desde 1916 en que falleció mi padre.
A partir de 1917, cuando fui nombrado profesor de la Universidad del Cusco, pude dedicarme a los temas de mi interés.
CONCEJAL, CATEDRATICO Y DIPUTADO FRUSTRADO
En 1914, durante el gobierno del coronel Benavides, formamos en el Cusco un grupo político secreto con intenciones de participar en las elecciones municipales cusqueñas. Uno de nuestros objetivos era el retorno al gobierno democrático. Además éramos anticentralistas y queríamos el progreso del Cusco. Lo constituimos alrededor de 35 personas que nos reuníamos, con mucha cautela, una vez por semana en las afueras de la ciudad, a la manera de las sociedades secretas, usando un hábito negro y una careta, en previsión de que alguien nos observase. Nuestra lista de candidatos a las elecciones municipales contó con el apoyo de los obreros y comerciantes de la ciudad y ganó los comicios de 1914 y 1916. Entre nuestros candidatos en las elecciones de 1916 figuraron personas de todas las clases sociales como Alberto Giesecke, Tomás David Araníbar, Eufrasio Alvarez, Luis Alberto Arguedas, Isaac Tejeira, Manuel Silvestre Frisancho, Cosme Pacheco, Fortunato Herrera, Mariano Rodríguez, José Gabriel Cosio, Angel Gasco, Eduardo Viñas, Federico Begazo, Eduardo Arenas ―que era un relojero representante de los obreros―y yo. Todos los anteriormente mencionados fueron concejales propietarios y entre los concejales suplentes estuvieron: Uriel García, Rómulo Acurio, Marino Carpio Delgado (zapatero), Manuel Jara Vidalón (sastre) y Mariano C. Mendoza (obrero).
Mucho desconcierto causaba entre los representantes del gobierno nuestro éxito electoral. Suponían que el apoyo era completamente espontáneo, no se percataban que era resultado de las coordinaciones que habíamos establecido. A pesar de que el gobierno puso todo su empe196 ño en derrotamos, no lo consiguió. Luego de la elección de Pardo, el carácter secreto del grupo perdió sentido. Manuel Silvestre Frisancho era el "gran maestro" de esta suerte de logia, pero en 1924 llegó a ser diputado leguiísta, caso semejante al de José Angel Escalante, quien de furibundo opositor a Leguía se convirtió en uno de sus colaboradores. Entre 1914 y 1915 estuvimos de acuerdo con los civilistas, con quienes coincidíamos en la necesidad de retornar a la constitucionalidad. Recuerdo haber enviado, en esa época, un telegrama a Riva Agüero, en el que le hacía saber que en el Cusco estábamos deseosos de que el doctor José Pardo retornase de Europa, porque era la figura política que el país necesitaba como el reemplazante más apropiado del gobierno provisional. Ese telegrama fue muy difundido en Lima por el propio Riva Agüero y encontró acogida por su espíritu antimilitarista. En cierto modo anticipaba los hechos políticos que pronto ocurrirían.
Todo esto ocurría en abril de 1919, al mes siguiente regresé a la segunda Asamblea de Contribuyentes, en la que se decidiría quién debía ser el triunfador. Volví a Chumbivilcas, llevando mucha cerveza y aguardiente. Me alojé en Santo Tomás, en una hermosa casa que tenía un gran comedor en el que en cierta ocasión almorzaron cerca de ochenta personas; yo pagaba todo y los dueños de casa me ayudaban poniendo sus sirvientes a mis órdenes. Debía invitar a mis partidarios todo lo que podían comer y beber desde las seis de la mañana de un día determinado. Ahí se gastó el resto de los 20,000 soles. De aquel viaje recuerdo un hecho curioso, encontramos a uno de los miembros de mi comitiva que, en la anterior visita a Chumbivilcas, había caído del caballo fracturándose una pierna, ahora lucía recuperado y montaba de nuevo un brioso corcel. Un "huesero" local había curado su fractura con métodos tradicionales, produciéndole una notoria mejoría en muy pocos días. En la Asamblea gané por amplia mayoría, obteniendo más de seis mil votos. Mi contrincante había falsificado cerca de tres mil votos, de lo que pudimos percatamos al momento del escrutinio. Así se realizaban las elecciones en esa época, la campaña electoral consistía en asegurar lealtades, tratando de ser más obsequioso y amable que el contendor. Resulta evidente que no eran prácticas democráticas. Felizmente ahora son solamente anécdotas que, aunque nos pese, pertenecen a la historia de nuestro país. Con ocasión de esas elecciones tuve un incidente de honor con mi tío Angel Gasco, el terror del Cusco por su carácter violento. Resulta que en el Partido Liberal había una disputa entre dos pretendientes a la diputación del Cusco, David Chaparro y Eufrasio Alvarez. Por entonces pertenecía a la junta directiva del Partido en el Cusco, donde sostuve que lo más indicado era lanzar la candidatura de Alvarez. Angel Gasco, por el contrario, apoyó a Chaparro y, con su acostumbrada descortesía, me increpó el hecho de que no coincidiera con su opinión. Hubo palabras fuertes y ofensivas y, por último, un reto a duelo. No había más remedio que batirse, aunque yo jamás había empuñado un sable ni cosa parecida. Escalante, con quien entonces trabajaba en "El Comercio", me dijo: "No hay cuidado, vamos a ver al mayor Julio Lazo, quien va a ser tu maestro de esgrima". En los días previos al duelo, me dio algunas lecciones. Todo el Cusco protestaba porque se pensaba que iba al sacrificio, se decía que mi cantendor me traspasaría, que me iba a deshacer. Sucedía que a Gasco todos le tenían miedo por su fama de camorrero. El duelo tendría lugar en el local del Club de Tiro, a la entrada de la ciudad, en la avenida que 202 hoy va hacia la estación de ferrocarril. El día indicado toda la calle San Andrés estaba llena de gente, que asomaba por puertas y ventanas para observar el paso de los duelistas. En la arboleda que sobresalía por encima de los muros del club, se habían trepado muchos curiosos para seguir las incidencias del enfrentamiento. En el sorteo de las armas salió favorecido Gasco, quien escogió el sable; también a él le tocó elegir el lugar donde habríamos de batirnos. Con medio cuerpo descubierto iniciamos el duelo. Poco antes de comenzar, Federico Vignati, que actuaba como uno de mis padrinos, me dijo: "Da un golpe arriba para engañarlo y luego golpeas abajo". Eran tales mis nervios que todas las enseñanzas del mayor Lazo quedaron olvidadas en ese momento y solamente me quedó fresca la indicación de Vignati. Efectivamente, fue lo que hice de primera intención, dirigí el sable a la cabeza de mi contendor, y cuando quiso cubrirse cambié de dirección el arma y le inferí un corte de unos quince centímetros en el cuello que casi lo degüella. Comenzó a salirle sangre a borbotones y Vignati se me acercó aconsejándome que me fugara porque mi rival se moría. Dos médicos habían concurrido al duelo, los doctores Elías Samanez y José Talavera. Una vez que Gasco cayó herido ocurrió algo tragicómico. Su médico tenía un dedo de menos, impidiéndole contener la hemorragia que amenazaba desangrar al herido, de manera que el mío tuvo que ayudarlo para salvarle la vida. Concluido el duelo me retiré, acompañado de mis padrinos. En la puerta del club la gente se apretujaba para conocer el resultado, hubo quienes llegaron a aplaudirme como si fuese una manifestación pública. Felizmente, Gasco se recuperó, pero luego de quince días de cuidados intensos. Creo que a la larga le hice un favor, tenía mujer e hijos pero no estaba casado ni sus hijos reconocidos. En peligro de perder la vida, se casó e hizo bautizar a sus hijos, reconociéndolos ante el Registro Civil. Desde entonces se convirtió en un hombre tranquilo, que no volvió a molestar a nadie en el Cusco. Luego de este enojoso incidente recibí mis credenciales de diputado.
Cuando llegamos del Cusco nuestra primera casa fue en Miraflores, en la calle General Suárez, que la conseguimos gracias a la gestión de mi amigo Alberto Giesecke, quien había arribado a Lima con anterioridad, en 1924, requerido por el gobierno de Leguía. Vivimos en ella un buen tiempo. Posteriormente nos mudamos a la calle República, luego a Gonzáles Prada. Después pasamos a la casa que adquirimos en la calle Colón. Nuestros vecinos fueron los Heraud, uno de cuyos hijos era Javier, el joven guerrillero que murió trágicamente en la montaña. Vivimos en ella un buen tiempo. Ahí se casaron Ada y Frank. En 1956 la vendimos y compramos la casa de Lord Cochrane, donde residimos actualmente. Ya casado mantuve la amistad con mis más íntimos amigos, entre ellos José Angel Escalante, compañero de la Universidad, leal y fiel, al que la política fue absorbiendo, desperdiciando el talento y la inteligencia que tenía para otras actividades como la literatura, que le interesó mucho de joven. También Alberto Giesecke, Eufrasio Alvarez, Luis Alberto Arguedas, Uriel García, etc., es decir, amigos del trabajo, la Universidad, el periodismo, la política. Otro de ellos fue Angel Vega Enríquez, uno de los valores olvidados del Cusco. Gran indigenista, descendiente de distinguidas familias de las noblezas española e incaica. Conservaba interesantes documentos del juicio que sostuvieron sus antepasados con Túpac Amaru II, que con Uriel García consultamos en repetidas oportunidades. Vega Enríquez fue un hombre múltiple, como periodista fundó el diario "El Sol" que debió abandonar a causa de las excesivas deudas; a partir de entonces ejerció su profesión de abogado, siendo nombrado Juez de Primera Instancia en Acomayo. Escribía una novela que publicamos en parte pero que nunca concluyó. Otro de mis grandes amigos fue Uriel García, a quien había conocido en 1908, cuando ingresé a la Universidad.
La voz indigenista del Cusco comenzaba a escucharse en lugares alejados. Con la publicación de Del ayllu al Imperio y De la vida inkaika, llegaron a Lima los ecos de nuestra campaña indigenista. Alberto Giesecke, que ya había abandonado el Cusco para ejercer la Dirección General de Educación, me había animado a publicar mis trabajos. Cuando se instaló en Lima entró en contacto con el editor Daniel Russo, con quien arregló las condiciones para publicar mis libros. En el primero incluí mi tesis de doctor en Jurisprudencia, que fue la que dio nombre al volumen, y otros dos trabajos, "Los ayllus cusqueños" y "La vida económica", escritos en 1922. En el segundo fueron incluidos algunos trabajos de corte literario: "A ti, Kosko", "La leyenda de los hombres de piedra" y la pequeña novela "Kusipuma", escritos en 1917; además el "Glosario", escrito en 1922 y que también fue publicado aparte bajo el título de Glosario de la vida incaica; "Ars Inka", el texto de mi conferencia ofrecida en Buenos Aires en 1924; y un escrito del mismo año titulado "La capital de los Inkas". Algo especialmente destacable de la edición de De la vida inkaika fueron los dibujos de José Sabogal que la ilustraron.
EN LA OPOSICION AL “ONCENIO”
Fue sobre todo como periodista que realicé activa oposición al régimen leguiísta. Con el diario "El Comercio" del Cusco había colaborado de manera ocasional, pero desde que José Angel Escalante lo adquirió de su antiguo dueño, Félix Evaristo Castro, pasé a formar parte de su personal estable. De cierto tiempo puede decirse que yo escribía "El Comercio" de principio a fin, ya que no había muchos periodistas. Paulatinamente mis responsabilidades en la redacción del diario habían ido creciendo, pues cuando Escalante salía del Cusco, con motivo de sus múltiples ocupaciones, lo reemplazaba en la dirección. Por último, a partir de 1921 quedé como director interino. Comenzaba el segundo gobierno de Leguía y desde entonces Escalante se dedicaría de manera definitiva a la política. Justamente un suceso de orden político motivó mi apartamiento de la dirección de "El Comercio". En los primeros años del "oncenio" Escalante fue apresado en varias oportunidades, entre las que recuerdo en noviembre de 1920 y abril de 1923, esta última junto con Luis Alberto Arguedas. Precisamente en ese año fue que Leguía logró atraerlo y Escalante se integró a las filas del leguiísmo, lo que provocó nuestra ruptura, pues no podía seguir colaborando en un diario gobiernista. Me sucedió Rafael Pareja y posteriormente Carlos Ríos Pagaza. Con esos acontecimientos fui alejándome de la labor periodística, por lo menos en el Cusco.
En el periodismo uno de los furibundos opositores a Leguía fue el arequipeño Alberto Seguín, quien tenía un diario llamado "La Voz del Sur", siendo también director de "El Heraldo" de Arequipa. Por sus críticas al régimen fue deportado a Bolivia, donde trabó amistad con Juan Durand, con quien se concertó para ingresar clandestinamente al Perú a fin de propiciar un movimiento sedicioso. En una jugada de mucha audacia llegaron hasta el Cusco, provenientes de La Paz. Arriba227 ron a un tambo que uno de los nuestros tenía en las afueras de la ciudad. De sorpresa, una noche se presentó en mi casa un empleado del tambo para comunicarme que Seguín y Durand querían conversar urgentemente conmigo. Cuando estuve frente a ellos los vi sucios y muy cansados a causa del largo viaje, por lo que los trasladé hasta la hacienda Chinicara, donde quedaron alojados. Al día siguiente me informaron de la conspiración que tenían planeada y de sus pretensiones de entrar en contacto con el coronel Montagne, que entonces era jefe de la guarnición de Sicuani. Ese oficial, un hombre alto y rubio, de trato amable, era un anti-leguiísta declarado, a quien los viajeros pensaban comprometer para participar en la revuelta que nunca llegó a realizarse. La entrevista se cumplió con todo éxito, la vinculación de Montagne al movimiento quedó asegurada. Pero la policía era entonces un obstáculo muy difícil de burlar, por lo que Seguín y Durand vivían permanentemente a salto de mata.
Día a día las posibilidades de éxito iban haciéndose cada vez más remotas y los planes comenzaban a tornarse imposibles, pues no se conseguía más armamento ni participación, hasta que, finalmente, los confabulados decidieron no arriesgarse más. Durand emprendió el regreso a Bolivia por la misma ruta que había seguido para llegar al Cusco. Seguín, por su parte, decidió regresar por tren hasta Puno para de ahí atravesar el lago en barco. Con tal propósito se disfrazó de fraile. Para su mala suerte, una señora lo descubrió en el trayecto entre el Cusco y Juliaca y dio parte a los soldados, quienes lo apresaron, llevándolo luego a la isla de Taquile donde fue confinado. Fracasó así un nuevo intento de derrocar a Leguía.
Por mi parte fui también objeto de persecución. Hasta 1923 me había hecho conocido, a través de "El Comercio", como opositor al gobierno. Fue ése el año en que Escalante llegó al Cusco luego de haber estado preso en la isla de San Lorenzo, donde parece ser que lo convencieron de que se incorporara a las filas leguiístas. Al conocer su claudicación fue que pasé a "El Sol", diario de línea cambiante que algunas veces estuvo en la oposición y otras fue favorable al gobierno. En mis artículos sí había una orientación intransigentemente antileguiísta, lo que me puso en la línea de mira de las autoridades, esto se hizo más notorio desde el momento en que nos opusimos a la reelección de Leguía y lo llamamos gobierno dictatorial.
En oposición a nosotros, "El Nacional" hacía campaña a favor de Leguía, creándose así una pugna periodística en la que llevamos la peor parte. En 1926 llegó al Cusco como prefecto el contralmirante José M. Olivera, quien decidió que el tan mentado opositor al gobierno tenía que acabar en Taquile.
Gracias a algunos compañeros pude enterarme de sus pretensiones, por lo que procedí a esconderme. Mi primer escondite fue una pequeña casa que mi amigo Luis Velasco Aragón tenía en la ciudad, en la cual solamente estaba su biblioteca. Permanecí ahí cerca de quince días.
Conviene agregar que mis artículos aparecían con seudónimo, uno de los cuales era Fausto. Sin embargo, todos sabían quién era el autor de los escritos. Cuando las cosas se calmaron y fue levantada la orden de arresto, pude volver a circular con entera libertad, aunque por poco tiempo pues dos meses después nuevamente se desató la persecución contra mí y tuve que volver a buscar refugio.
En Lima quedé a merced de mis enemigos, quienes me levantaron el cargo de' traidor a la patria por haber propuesto, según decían, el seccionamiento del Perú. Como ellos tenían el poder, no les fue difícil conseguir lo que querían: enviarme a prisión.
Una fría y nublada mañana de fines de mayo fui conducido a la isla de San Lorenzo. Ahí me encontré con otros perseguidos por el régimen: estaba el comandante Jiménez, el popular "Zorro", preso desde hacía mucho tiempo; también el famoso cura Vidal y Uría, que publicaba una revista humorística sobre política, así como Arturo Osores y su hijo. De los presos de mi sección, recuerdo a un chino al que le pregunté por el motivo de su reclusión, a la que contestó con una frase que me causó mucha gracia: "Sacao plata". La verdad de las cosas era que un funciona230 rio público lo había denunciado porque el modesto chino no había querido darle dinero. Pronto algunos personajes comenzaron a interesarse por mi libertad.
Para mi suerte, Luis Ernesto Denegri, que estaba en la Secretaría de la Presidencia, había sido prefecto del Cusco y luego colega en la Universidad donde estudió Derecho. Desde joven fue un decidido partidario de Leguía. Ya llevaba tres meses en prisión cuando se propuso averiguar a ciencia cierta cuál era el motivo por el que permanecía recluido. También influyó mucho para liberarme mi antiguo amigo José Angel Escalante, quien era muy cercano a Leguía. Había sido diputado por Acomayo y luego sería nombrado Ministro de Instrucción, Justicia y Culto. Si bien habíamos roto formalmente, a raíz de su filiación leguiísta, manteníamos estrechos lazos de amistad. Las investigaciones que Denegri y Escalante realizaron dieron buenos resultados, porque descubrieron a quienes habían montado esa opereta que me había llevado hasta esa incómoda situación. Una vez que descubrieron toda la trama hicieron mi defensa ante Leguía. Fue Denegri quien llevó al Presidente el original de mi conferencia, que lo consiguió de la misma Universidad de Arequipa.
Luego de leerla, Leguía, muy indignado, opinó que ella no tenía nada que pudiese reprochársele e inclusive ordenó que se publicase en "La Prensa", periódico que el gobierno había capturado. Fue entonces que pude recuperar mi libertad. Celestina Manchego Muñoz, quien dio la orden de que se me detuviese, había sido profesor del Colegio Nacional de Ciencias allá por la década de 1910, en que también yo lo era.
Manchego llegó a ser un poderoso hacendado de Huancavelica que llegó al Cusco llevado por un personaje muy importante de entonces, Agustín Whilar, antiguo profesor, especializado en el curso de Castellano. El mencionado Whilar llevó a los hermanos Manchego Muñoz como sus ayudantes, prácticamente como mayordomos, y estuvieron en esa condición durante un año, hasta que decidieron matricularse en la Universidad. Celestina que ya tenía estudios avanzados, se matriculó en los años superiores, mientras que Teodorico lo hizo en los primeros. Pero era el primero quien tenía mayor habilidad, llegando a figurar como abogado y también como político. En efecto, al poco tiempo se convirtió en un aplicado alumno de la Facultad de Derecho; en las prácticas judiciales demostró buena oratoria, permanente curiosidad y una gran capacidad de improvisación, que le fue muy útil cuando comenzaban las dificultades y se hacía necesario tomar decisiones rápidas. Fue así que logró hacerse muy popular, pero su popularidad lo convirtió en un hombre ambicioso.
Quiso reemplazar a dos de los principales profesores del Colegio de Ciencias, uno de ellos Fortunato Herrera, para lo cual Celestina llegó hasta el Ministro de Justicia e Instrucción. Muy ostentoso, regresó al Cusco y junto con su hermano se ufanaban de haber conseguido lo que querían. La reacción contra ellos fue muy enérgica, a tal punto que, en medio de gran alboroto, fueron expulsados no solamente del Colegio de Ciencias sino también de la Universidad. En la calle misma llegó a armarse una trifulca en la que quisieron apalear a Celestina, quien sacando un revólver hirió a uno de sus atacantes, por lo que fue a parar un buen tiempo a la cárcel. Luego de esos sucesos, los Manchego Muñoz se marcharon del Cusco.
La orden que decretaba mi salida de San Lorenzo estipulaba que debía presentarme ante el Ministro de Gobierno. Es así como después de muchos años volví a encontrarme con Manchego Muñoz. La entrevista fue cordial, me dijo que conmigo se había cometido un error y me pidió que disculpara el incidente. No hizo ninguna alusión al pasado. Recuerdo, como un suceso anecdótico, que en el barco en que regresaba al Cusco viajaba un hermano menor de Manchego, quien iba a Puno o Arequipa a hacerse cargo de un puesto de gobierno. En la conversación que tuvimos me dijo, refiriéndose a Celestino, que su hermano era el seguro sucesor de Augusto B. Leguía en la presidencia. Muchos años después, cuando fue senador por Huancavelica en la época de Odría, volví a encontrarme con quien ordenó en 1927 que se me enviara a San Lorenzo, también en esa oportunidad nuestra relación fue cordial. Pero aparte de las conspiraciones que tramaban los opositores a Leguía, también surgieron núcleos que, bajo la influencia del marxismo, fueron los primeros en hablar de un cambio profundo en la sociedad peruana.
Cuando llegamos del Cusco nuestra primera casa fue en Miraflores, en la calle General Suárez, que la conseguimos gracias a la gestión de mi amigo Alberto Giesecke, quien había arribado a Lima con anterioridad, en 1924, requerido por el gobierno de Leguía. Vivimos en ella un buen tiempo. Posteriormente nos mudamos a la calle República, luego a Gonzáles Prada. Después pasamos a la casa que adquirimos en la calle Colón. Nuestros vecinos fueron los Heraud, uno de cuyos hijos era Javier, el joven guerrillero que murió trágicamente en la montaña. Vivimos en ella un buen tiempo. Ahí se casaron Ada y Frank. En 1956 la vendimos y compramos la casa de Lord Cochrane, donde residimos actualmente. Ya casado mantuve la amistad con mis más íntimos amigos, entre ellos José Angel Escalante, compañero de la Universidad, leal y fiel, al que la política fue absorbiendo, desperdiciando el talento y la inteligencia que tenía para otras actividades como la literatura, que le interesó mucho de joven. También Alberto Giesecke, Eufrasio Alvarez, Luis Alberto Arguedas, Uriel García, etc., es decir, amigos del trabajo, la Universidad, el periodismo, la política. Otro de ellos fue Angel Vega Enríquez, uno de los valores olvidados del Cusco. Gran indigenista, descendiente de distinguidas familias de las noblezas española e incaica. Conservaba interesantes documentos del juicio que sostuvieron sus antepasados con Túpac Amaru II, que con Uriel García consultamos en repetidas oportunidades. Vega Enríquez fue un hombre múltiple, como periodista fundó el diario "El Sol" que debió abandonar a causa de las excesivas deudas; a partir de entonces ejerció su profesión de abogado, siendo nombrado Juez de Primera Instancia en Acomayo. Escribía una novela que publicamos en parte pero que nunca concluyó. Otro de mis grandes amigos fue Uriel García, a quien había conocido en 1908, cuando ingresé a la Universidad. El entonces cursaba el segundo año. Junto con Eduardo Guevara formábamos un trío inseparable, éramos como hermanos. Uriel procedía del pueblo de Huaroc, cerca de Andahuaylillas, en la provincia de Quispicanchis. Estuvimos juntos en la Asociación Universitaria de 1909. Era un hombre muy 209 sencillo y callado, con cierto recelo hacia la gente encopetada del Cusco.
La llegada de los libros de Marx, Lenin, Bujarin, etc; provocó que, por primera vez, aparecieran en la Universidad del Cusco divisiones serias sobre asuntos de tipo político. Hasta ese entonces la discusión sobre doctrinas políticas y problemas ideológicos solamente se había introducido en el claustro de manera esporádica. En época de Billinghurst, por ejemplo, una de las pocas oportunidades en que la Universidad participó en la lucha política. En las nuevas circunstancias, los alumnos se pronunciaron de una manera más visible. Dirigido por el estudiante Julio Luna Pacheco, surgió en la Universidad el grupo de los llamados socialistas peruanos, que después iban a convertirse en apristas, mientras que Casiano Rado encabezaba a los declaradamente comunistas.
Rado había sido enviado al Cusco por los grupos comunistas de la capital, con el fin de realizar tareas de proselitismo, sobre todo entre los estudiantes. El resultado fue que se produjo una pugna entre ambos bandos, pugna que comprometió a los catedráticos. La división produjo la separación en las filas de la originaria 'escuela cusqueña'. Por un lado, se manifestó una tendencia francamente revolucionaria y, por el otro, una reformista. Lo característico del caso cusqueño es que aun los reformistas asimilaron muchas ideas marxistas y por eso los socialistas peruanos de Luna Pacheco eran gente de avanzada con respecto a otros grupos que de ciertas zonas del país convergieron para formar el aprismo. Pero en un primer momento, aunque hubo diferencias importantes, existieron puntos comunes que integraron a los estudiantes en un solo frente, tales como combatir toda discriminación, no aceptar la separación entre el indio y los otros grupos raciales, protestar contra las diferencias sociales, difundir la igualdad básica que debía existir entre todos los seres humanos y exigir la plena vigencia de las instituciones democráticas, oponiéndose a cualquier dictadura y sobre todo a la que entonces se vivía.
Este débil puente de unidad era, sin embargo, un grave síntoma del momento por el que atravesaba el indigenismo cusqueño. La pugna entre los apristas y los comunistas abría una brecha importante en la prédica ideológica y política de la intelectualidad local. Asistíamos pues a la última fase de la 'escuela cusqueña' y puede decirse que el grupo Amauta, que encabezaba José Carlos Mariátegui y heredó estas divergencias, fue el albacea de esta escuela en desaparición.

Cuando Pase El Temblor